DE VOCES A IMÁGENES: VERDAD Y PRAXIS EN EDUCACIÓN
Por Hernán Donoso Carrasco - Filósofo
Dios es un Padre y los hombres sus hijos, ellos han sido hechos a su imagen y semejanza, y se les ha dado la responsabilidad de llenar la tierra con la imagen que el Padre eterno les ha dado.
Jesús es el hijo de Dios, misma imagen de su substancia, en él se hace visible el Padre invisible. Él es también la palabra viva de Dios que tiene el poder de hacer nacer de nuevo a todo aquel que cree en él tornándole en hijo de Dios. Ahora bien, él es La Palabra, El Discurso, El Relato, LA VERDAD. Todo cuanto existe fue creado en él y tiene un lugar en él. Todo. Esto no es filosofía, ni una correcta confesión Teológica, es la realidad más concreta que hay. Si eres cristiano y piensas que lo visible es más concreto que lo invisible, estas más cerca del ateísmo que de la mente de Cristo.
Continuemos; la Palabra de Dios, quien es Jesús, es la imagen y la simiente de Dios. ¿Tiene esto algo que ver con Educación? Más de lo que pensamos. Después de todo, nuestro Señor nos ha llamado a hacer discípulos a las naciones, sumergiéndolas en él enseñándoles a obedecer todo lo que él nos ha mandado. Así que tenemos una instrucción directa de enseñar a todas las naciones.
La totalidad de un discurso sobre la realidad es una simiente, un esperma con la facultad de reproducir hijos con una imagen; dicha imagen corresponde a una forma de ver la realidad que se halla descrita en aquel discurso, el que viene a ser una Palabra, de una manera análoga a la que Cristo es la palabra que contiene todas las cosas. Ahora, una palabra con estas características tiene el poder de engendrar y hacer nacer hijos de aquel que emitió esa voz, la cual expresa los deseos y designios de su emisor, de manera que esa voz, es una voz de gobierno. La verdad es que la Palabra es Cristo, el ungido para gobernar.
La verdad siempre es pronunciada para ser obedecida, vivida y encarnada. Nadie habla acerca de la verdad para que no le crean, sino todo lo contrario; y en ese esperar ser creído, se espera que el oyente tenga por cierto lo que se le ha anunciado a la hora de vivir, ya que de no hacerlo, de no considerar como verdadero lo que se le ha comunicado a la hora de tener que vivir su vida, será porque no ha creído a lo que se le ha compartido.
Cuando decimos “hablar acerca de la verdad”, podría alguien objetarnos que la verdad no es algo que exista, o que-con una conciencia más sensata-no es la verdad algo que podamos conocer, y por ende no es algo de lo cual alguien pueda en realidad hablar en sentido radical, sino que más bien la verdad es lo que cada quién piensa que es verdad. Posiblemente en muy pocas prácticas desarrolladas por el hombre a lo largo de la historia halla tanto cinismo como en discursos del tipo descrito, pues nadie vive su vida pensando que lo que él piensa es verdad solo para él, lo cierto es que vivimos nuestras vidas pensando que lo que nosotros pensamos es verdad y que cualquier cosa que sea directamente contradictoria con nuestra manera de pensar será errónea, falsa o incorrecta.
Los relativistas no creen en el relativismo. Piensan que lo hacen, sin embargo su creencia llega hasta el momento en que se enfrentan con la realidad y la decisión. Ellos piensan-al igual que todo el mundo-que su visión del mundo es verdadera en sentido radical, por que lamentablemente para ellos, no pueden pensar de otra manera. Y qué hablar del relativismo moral, es la escenografía de un engaño mal montado. Nadie puede sostener en su propia vida el relativismo moral. Antes de continuar aclaremos, moral es el discurso sobre qué es bueno y qué es malo, sobre qué se debe hacer y qué no. Moral no quiere decir justicia, ni verdad, ni santidad. Volvamos.
El relativista moral sostiene su discurso hasta que le roban, hasta que violan a su hija, hasta que descubre que su mejor amigo le ha mentido. Solo la estupidez del orgullo y la arrogancia llevan a los hombres a suponer que lo verdadero y lo justo es lo que ellos deciden que es verdadero y justo. El relativista es en realidad alguien que ha cerrado su consciencia a otra voz que no sea la propia, todo bajo la bandera de una falaz tolerancia.
La verdad es siempre determinante. No se puede creer en algo y no desarrollar una vida acorde a aquello que se cree. Y no hablamos de moral, hablamos de vida. No es que no se deba, el punto es que no se puede. Porque las palabras portan la naturaleza de su fuente, y cuando se creen operar como una semilla que ha sido recibida por la tierra correcta, solo será cuestión de tiempo para que de su fruto. Para que se encarne la palabra que estaba dentro de ella y el sonido se vuelva imagen.
Jesús determinó que discipuláramos a las naciones enseñándoles a obedecer a la verdad. La educación siempre tiene que ver con obedecer a la verdad. La educación formal no solo busca transmitir teorías sobre la realidad-“verdades”-, sino que justificar e inculcar prácticas en virtud de dichas teorías. Toda propuesta de verdad es también una propuesta de justicia, toda propuesta de pensamiento implica finalmente una propuesta de acto. Educar es gestar hijos de una simiente y resguardar el desarrollo de una voz que se hace imagen, de una palabra que se hace carne.