FALSEDAD DE CULTO: CUESTIONAMIENTO DE LA RELACIÓN IGLESIA EVANGELICA Y POLITICA EN CHILE.
Hace aproximadamente 5 años atrás, Michelle Bachelet tomaba la presidencia de la República por segunda vez. Lo hacía, apoyada por un amplio espectro de fuerzas políticas, dentro de las cuales, extrañamente por la línea de ideas por ella representada, se encontraba un amplio sector de la iglesia evangélica. Cuatro años después, hace aproximadamente 9 meses atrás, Sebastián Piñera triunfaba en la segunda vuelta de los comicios presidenciales, con una victoria que era percibida, está vez por otro también amplio sector de evangélicos, como una victoria de proporciones cuasi escatológicas.
El fenómeno manifiesto en ambos casos, más allá de las posibles preferencias políticas en los diversos sectores del “mundo evangélico”, es el tipo de relación que la iglesias evangélicas tienen con el poder y la autoridad política. Dicha relación en algunos casos marcada por la necesidad de ser reconocidos, resguardados, protegidos e incluso subsidiados por el poder Estatal; en otros, se ve al gobernante de turno como una visibilización de la condición espiritual de un país, cayéndose en la idea de que si se quiere verdaderamente afectar el país, es necesario que la Iglesia sea reconocida como una voz válida y autorizada en la arena política, y, más aún, es necesario también, que agentes de la iglesia, hermanos con un llamado a la política, puedan “conquistar para Cristo” esos lugares de gobierno.
Si bien es cierto que hay un llamado del Padre para que diversos hermanos trabajen en la política, en el gobierno y administración de sus países, esto es tan solo una pieza dentro del camino del Señor para transformar una nación, y por cierto, no es una pieza indispensable, ni mucho menos el eje de cambios profundos y sostenidos en el tiempo en la vida de una nación.
Jesús miro a Pilatos, representante del poder político más eminente de la época, y clara y firmemente le dijo, <<tu no tendrías ninguna autoridad si no te fuere dada de arriba>>. Le dijo esas palabras como respuesta a que Pilatos le había dicho que él tenía la potestad de crucificarle o de dejarle libre. Pero Jesús hizo ver que el poder legal que Pilato tenía, no era más que una parte más dentro de un sistema espiritual mayor, y que no dependía su vida ni misión de las opciones que el poder político le pudiera presentar.
Sin embargo, un amplio espectro de la iglesia evangélica chilena afirma, tácitamente por supuesto, que es el poder político quien le otorga libertad, y quien le otorga libertad para creer o no en algo. Junto con ello, y como una consecuencia lógica de aquella libertad de credo y pensamiento, la iglesia evangélica afirma, nuevamente de manera tácita, sin decirlo, que la libertad radica en la posibilidad de elegir entre modos de vida, y que el ser humano, en tanto no sea coartado respecto de la posibilidad de realizar estas elecciones, se halla en una condición de libertad.
A lo que nos estamos refiriendo en las últimas líneas es, por supuesto, a las ideas que sustentan en términos filosóficos, a la Ley de culto, o de Libertad de culto, la cual fue “ganada” por las iglesias evangélicas de antaño, con el favor y ayuda de la masonería, la cual se vío ampliamente beneficiada por la instauración de estas libertades. Sin embargo, como lo veníamos planteando, la Ley de culto contiene una serié de principios filosóficos que contradicen a las Escrituras y el evangelio, niegan a Cristo y plantean un relativismo metafísico y moral.
La ley de libertad de culto, así como las leyes respecto a la libertad de la consciencia, asumen una postura metafísica y ética respecto del ser humano que establece una libertad de base en el ser humano, basada a su vez en la idea, muy aceptada, de que todos los hombres nacen libres y que un punto fundamental de la expresión de dicha libertad es el ejercicio del pensamiento y la libre elección del sistema de creencias al cual un individuo o grupo adscribe.
Uno de los puntos que implicaba conflicto en el discurso cristiano en tiempos de la naciente iglesia del primer siglo, era la afirmación de que desde el Cesar, hasta el último de los mendigos de las calles de Roma, todos los seres humanos se encontraban en una condición de esclavitud de la cual podían ser libertados por Cristo el Rey de los cielos y la tierra. Este punto es de suma importancia. El mensaje del evangelio conllevaba que Jesús había sido hecho Señor y Cristo sobre los cielos y la tierra, antes de ascender al cielo Jesús había afirmado que le había sido dada toda autoridad en los cielos y en la tierra, esta frase lo señalaba no como un soberano espiritual, sino como un soberano absoluto en todo ámbito. ¿Esto implicaba derrocar al Cesar?, no era necesario, Jesús ya estaba muy por encima del Cesar. No solo eso, el Cesar mismo no existía más que a causa de que todas las cosas habían sido creadas en Cristo antes de que cualquier ciudad de la tierra fuera formada.
La ley de libertad de culto se haya, en su filosofía, en contradicción directa con las Escrituras. No puedes, siendo coherente, afirmar la libertad de la consciencia del hombre para juzgar el sistema de creencias al cual adscribirá, y al mismo tiempo predicar al Cristo del que dan testimonio las Escrituras. La ley de libertad de culto ha funcionado como un dispositivo socio-político de neutralización del conflicto inherente entre la iglesia de Cristo y los sistemas del mundo, haciendo un trato del tipo, <<les permitimos reunirse libremente, predicar en todo lugar, pero solo lo hacemos porque lo que ustedes dicen no es verdad, sino solo una creencia de las múltiples que el ser humano puede tener o desarrollar>>.