PATERNIDAD Y EL MUNDO DE LA TECNOLOGÍA
Por Marta Vásquez
La vorágine de la tecnología nos inunda, no hace falta hacer un análisis exhaustivo para notar que los aparatos tecnológicos abundan en nuestro diario vivir. Tal es la estrecha relación de humanos y tecnología que hace poco tiempo salió a luz una interesante noticia: niños que aún no aprenden a articular sus primeras palabras ya tienen cierta destreza para usar dispositivos móviles. Ante a esta situación, resulta interesante observar cuál es la postura que los padres deben tener frente a esta cultura tecnológica.
Quienes somos padres, sabemos la gran demanda y entrega que requiere formar a un hijo aun desde antes de nacer; la crianza no es un trabajo menor. De hecho, el Estado mismo señala respecto al asunto: “la ley chilena considera iguales a todos los hijos, siendo la preocupación fundamental de los padres el interés superior del hijo, para lo cual procurarán su mayor realización espiritual y material posible”[1]. Por esto, al evaluar índices que muestran que, en promedio, un niño pasa siete horas al día frente a la pantalla[2], surge la inquietud (tal vez, para algunos extrema) de qué tan comprometidos estamos con el cuidado de los hijos y cómo nos estamos relacionando con esta “generación digital”.
La niñera moderna
Uno de cada tres niños aprende a usar un teléfono antes de habar[3] y un usuario de dispositivo móvil lo revisa, en promedio, unas cien veces al día[4]. Considerando las cifras señaladas no parece extrañar que los niños pasen siete horas al día frente a alguna pantalla, sobre todo si consideramos que estos aparatos acaparan la atención del niño “tranquilizándolos” y manteniéndolos en una cuasi hipnosis que permite tener un “respiro” dentro de todo lo que significa el arduo trabajo de la crianza.
Ahora bien, estas cifras solo indican que es casi inevitable que las generaciones que nos continúan hagan cada vez más estrecha su relación con el mundo digital, el asunto es evaluar si dicha relación será dañina o beneficiosa para estas. Lo cual, claramente, depende de cómo les enseñemos a nuestros hijos a administrar el mundo de la tecnología.
Los pro y los contra
No podemos negar lo beneficioso que es vivir en tiempos donde las interacciones desde un lugar a otro son instantáneas. Resulta fácil enterarse de los sucesos que ocurren al otro lado del mundo y esto no es menor. Comunicarse con parientes lejanos hace que la “lejanía” se vuelva nada y expresar una idea en la red puede llegar a mover masas. No obstante, también existe la otra cara del asunto y es que tanta tecnología en nosotros conlleva a un sedentarismo continuo y, para los niños, un déficit (paradójicamente hablando de “redes sociales”) en las relaciones sociales puesto que hay preferencia en estar “pegado” a la pantalla que a entablar una conversación con los padres[5].
Todo en su justa medida
Las pantallas no son personas. A pesar de la enorme influencia que estas tienen y generan en nosotros debemos ser conscientes de que un programa de televisión, un chat por Facebook o un diálogo por WhatsApp nunca será lo mismo que una salida de juegos al parque o que una larga sobremesa familiar. Por esto, debemos establecer límites para que nuestros hijos no reduzcan su mundo a una dimensión de LCD (pantalla de cristal líquido).
Por supuesto, este artículo no pretende tildar la tecnología y sus dispositivos como negativos y poco constructivos, sino más bien, llevar a la reflexión de que somos responsables de la “generación digital” y nuestra participación en la relación que los hijos tienen con el mundo de la tecnología es fundamental para instruirles y hacer de ellos a los gobernantes del mañana.
[1] Respecto la constitución del matrimonio: Servicio de Registro Civil e Identificación Chile, Libreta de Matrimonio.
[2] www.commonsensemedia.org
[3] Noticia respecto estudio de Common Sense Media. www.latercera.cl
[4] Paternidad en tiempo de redes sociales. Revista Sonríe Mamá & vivir bien.
[5] 10 motivos para prohibir los smartphone a niños menores de 12 años. www.guiainfantil.com