EL LEGADO DE LOS PADRES: UNA GENERACION CON PROPOSITO....
Por Nadia Fernández M.
Cuando pensamos o soñamos en cómo serán nuestros hijos, generalmente hay una mezcla de sentimientos y nos imaginamos a ellos siendo talvés una proyección de nosotros mismos. Esto sucede y en parte ellos tendrán mucho de nosotros, de hecho de ambos padres, de los abuelos y de nuestros antepasados. La herencia considera distintos aspectos: es tanto biológica, física, los intereses y preferencias se marcarán y lo más probable es que se repitan, así también el carácter, el genio y los gustos. Cada ser humano es único e irrepetible y lleva escrito en el ADN su diseño de lo que ha de ser. Todo el potencial contenido dentro desde que somos gestados quedará allí guardado y sólo dará a luz y se manifestará en la medida que nosotros los padres les ayudemos a desarrollarse en toda su plenitud.
Si miramos detenidamente a un niño, podemos saber cómo son sus padres. Si miramos a los padres, podremos saber cómo serán los niños; y es que cada uno manifiesta lo que es por sus acciones y por lo que dice, aunque el decir es a veces subjetivo.
La Bíblia dice, instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él. Esta aseveración se ha mal entendido por mucho tiempo y es que la mirada que se le dio fue limitada, por lo tanto los resultados no han sido del todo buenos a través de los años. La forma de mirar fue dentro de un contexto religioso más bien rígido, donde sólo se consideró el aspecto moral, pero hoy nos damos cuenta que abarca mucho más, con un entendimiento de la vida y del rol de padres mucho más profunda, ya que quien forma o deforma a los hijos somos los padres.
El consejo de Dios no sólo se aplica a la moralidad y a la disciplina, sino también a todo lo que compone a un ser humano y su formación en cada una de sus áreas, porque Dios nos hizo completos con un propósito para alcanzar y conquistar. Es cierto que la enseñanza y el consejo en forma oportuna irán modelando al niño al diseño que sus padres le den y es que todo afecta, el entorno, las palabras, la vida en familia, el colegio, los amigos, la formación de valores morales, la enseñanza de principios cristianos y cada incentivo que como padres demos a nuestros hijos.
Ejemplo: Si veo que mi hijo tiene una habilidad para el dibujo, mi deber como madre es incentivar esa habilidad para que la desarrolle a través de dibujar más, pintar, usar la imaginación, buscar formas de desarrollo hasta alcanzar un alto nivel. Dentro de las posibilidades económicas buscar un lugar donde poder trabajar la habilidad o buscar un colegio donde tenga talleres de desarrollo en esa área o en otras, según sea el caso. El punto en cuestión, es que como padres tenemos el deber moral y social y una deuda de amor por decirlo de algún modo, en impulsar a nuestros hijos a un desarrollo mejor que el nuestro. Que podamos tomarlos como el águila e impulsarlos a volar a temprana edad y en cada una de sus etapas. Supervisando su madurez emocional, intelectual y física. Conteniéndolos siempre.
Somos los padres los que destruimos o potenciamos a nuestros niños a un desarrollo emocional sano y seguro. Una familia bien constituida con valores morales, respeto, buen comportamiento y el desarrollo de una vida con Dios es indispensable. De preferencia en un contexto donde hay una mamá y un papá presentes todo el tiempo, donde el amor es el centro de esa unión que la hace permanecer y brinda felicidad, paz y libertad en un ambiente sano.
Alcanzar los sueños de ellos depende de nosotros, y cuando hablo de una deuda de amor, quiero decir que necesitamos ser visionarios, observar sus dotes, sus habilidades, sus gustos y preferencias y es que no se necesita mucho dinero para alcanzarlos, sino tener una visión y la determinación a abrirles camino para que se desarrollen en aquello que les fue dado del cielo. Y es que depende de nosotros hacer que nuestros hijos vivan según el diseño que Dios les creó y puso dentro de ellos, por eso decía anteriormente que la mirada era un poco estrecha en guiar a los hijos, porque requiere una visión mucho más amplia, porque nuestros hijos se componen de muchas áreas y de cada una se dará un fruto, que puede ser bueno, malo, a medias tintas, incompleto o excelente, etc.
Nuestros hijos serán lo que nosotros les demos como ejemplo, usarán las herramientas que vean en nosotros, incorporarán a su manera de vida y actuar lo que vean como espejo en nosotros y ellos serán nuestro reflejo. Serán también nuestros admiradores y también serán nuestros jueces. La permisividad con que muchos hijos son criados, los ha hecho tener que vivir muy adelantados a su edad, ha traído tristeza a las familias y ha truncado su propósito, porque no tuvieron una mano firme que los condujera en lo correcto. La disciplina no tiene que ver con maltrato, sino con saber guiar y estar con ellos, pasar tiempo con ellos y además corregir en el momento oportuno. La falta de autoridad en los padres hace hijos insolentes y que se mandan solos, porque sus padres por una u otra razón no fueron el referente que ellos necesitaban. Hijos a los que se les ha dado el gusto en todo, no valoran el esfuerzo de los padres por llevar la comida a la mesa, no saben el valor del dinero ni el sudor que hay al trabajar. Son hijos que ven a sus padres como máquinas de hacer dinero y nada más y eso les proporciona una pseudo felicidad, que en realidad es una ilusión que nunca sacia. No se comprometen ni siquiera con ayudar en casa, son absolutamente demandantes y egoístas.
Suena cliché hablar de legado, pero eso es a fin de cuentas lo que les dejaremos y el legado que reciban es lo que sembremos en ellos. Siembra violencia y tendrás un violento o asesino en potencia, siembra permisividad y tendrás un delincuente o un padre o madre prematuros, siembra palabras violentas y tendrás un ser tímido que no se desarrollará jamás. Siembra terror y tendrás hijos sumidos en temor, angustia y enfermos físicamente. Siembra control excesivo y tendrás hijos con desvíos sexuales, con vicios y depresivos. Siembra golpes y tendrás golpeadores repitiendo el patrón en sus familias. Todo lo que tú hagas aún en secreto, será una marca en su ADN y en algún momento lo repetirán.
Si les enseñas buenos principios a tus hijos y supervisas sus vidas con amor y cuidado, les haces cariño, los abrazas, les dices siempre que los amas, tendrás hijos seguros, sanos emocionalmente, hijos que querrán ser como tú, querrán imitarte. Ábreles las puertas a que se desarrollen y tendrás gente con gran potencial y ciertamente serán mejor que tú y cada generación que pase, será cada vez mejor y no tendrás que lamentar que un hijo se te distorsionó por droga o porque le dio depresión o porque simplemente dejó sus sueños truncados. El cimiento para una buena formación, son los valores y principios basados en las leyes de Dios, gente que no rehúye al amor, que aprende a comprometerse, que su palabra tiene valor, que respeta al ser humano y a su prójimo, que honra a sus padres y a las autoridades, que honra a Dios que le dio la vida, que toma en serio los compromisos cualquiera que éstos sean, gente con un corazón limpio, que sus principios no los transa por ningún motivo, con una mentalidad amplia para conquistar sus sueños, los sueños de Dios en ellos, que no se conforman al sistema del mundo, sino que luchan con fe y esfuerzo para conseguir su propósito en la vida, propósito que ya estaba escrito en sus espíritus por Dios antes de que el mundo fuera.
Entonces me queda una pregunta que hacerte, ¿Qué clase de hijo quieres? Recuerda que todo lo que el hombre siembra va a cosechar, todo lo que tú influyas en tus hijos para bien o para mal, de eso se alimentarán ellos y repercutirá en las generaciones siguientes, porque así como el ADN se transmite, así también el molde que tú les pongas se repetirá con todo lo que ello implica, patrones de comportamiento, carácter, decisiones, formas de vida y cultura.
El Rey David dijo en el Salmo 139: 16 “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar ninguna de Ellas”
Este Salmo es muy revelador pues nos muestra que desde el vientre nuestros ojos ya vieron a Dios, y es más todas las cosas en nuestras vidas ya fueron escritas para ser luego formadas sin faltar ninguna de ellas…
Nosotros los padres debemos buscar el camino que Dios trazó para con nuestros hijos, el propósito de cada uno de ellos es más alto de lo que nosotros nos podemos imaginar o pensar. Dios ya preparó todo de antemano para sus vidas, el trabajo nuestro ahora es conocer lo que El ya preparó y caminar en ello.
¿Cómo puedo saberlo? Dios te lo dará a conocer, David le decía a Dios que le diera a conocer sus caminos y lo guiara por sendas rectas, así mismo es para con nosotros, Dios nos dará a conocer lo que nosotros no sabemos, sacará a la luz el propósito y con ello todo el potencial que tienen nuestros hijos. Debemos conocer a Dios, decidirnos a seguirle y servirle con todo el corazón para que nosotros y nuestros hijos caminen en Su camino eterno y así alcanzar todo lo que ya les ha sido concedido desde la eternidad para sus vidas.
De nosotros los padres depende la felicidad o la tristeza de nuestros hijos, por años le hemos dejado nuestras tareas a los profesores en el colegio, a los abuelos de los niños en otros casos. O hemos permitido que la televisión, las amistades u otros hagan nuestro trabajo y hoy vemos las consecuencias de esto.
Te invito a tomar las riendas de tu hogar, nunca es tarde para empezar de nuevo, nunca es tarde para tomar decisiones, es más Dios está esperando que lo hagas para El poder hacer en tu casa, pues El no te pasará a llevar o te va a obligar a que Su voluntad sea echa, por el contrario El está esperando a que lo invites a tu hogar y así el pueda hacer de forma abundante. No necesitas ir a una iglesia para hablar con Dios o reconciliarte con el Tu eres la Iglesia y El está en todo lugar.
El te dice en Su palabra: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,; cenaré con él, y él conmigo (Apoc. 3:20)