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La Voz de La Verdad

ESPERAR HASTA EL MATRIMONIO: PERSPECTIVA CON ETERNIDAD...

Por Andrés Sitja

Estudiante de Enfermería, U. del Desarrollo

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Hoy es común apreciar en los jóvenes y aún en las poblaciones de adultos la noción y concepción sobre lo que es tener una pareja. Está y se mueve en el aire la sensación de requerir una compañía amorosa que sea útil, de una amistad íntima en los tiempos necesarios y que sea un bastón cuando se cojea o una carcajada cuando se bromea. La mayoría de las primeras relaciones del corte amoroso e íntimo no se desarrollan dentro del matrimonio, es casi un secreto a voces que ocurren más bien antes de éste, y en realidad se vuelve casi indiscutido en aquellos que nunca plantearon casarse pero si están con alguien. Pero también es cierto que hace algún tiempo una corriente distinta de hombres y mujeres ha empezado a acrecentarse y masificarse, decididos a esperar a la persona idónea y el momento adecuado, resguardando y cuidando su sexualidad y todo lo que esto conlleva. La cultura de Chile, sus patrones de comportamiento y la mentalidad de lo espontáneo asociado a la necesidad de satisfacer el placer inmediatamente han generado la eclosión de conductas que solo el tiempo y paradigmas en el que vivimos podrían aceptar. “Tirar, andar, enganchar, vitrinear” y otros términos son conceptos de uso común que solo reflejan la condición espiritual en las que se encuentran las personas, describiendo un poco lo anterior: el ir probando cosas audazmente sin permanecer o establecer un vínculo significativo; avanzar sin rumbo o propósito, como deambulando sin terminar o concretizar algo; enlazar el alma con otras personas de manera errada, etc. ¿Es entonces solo la falta de un compromiso el estabilizador de una pareja?, ¿Qué marca la diferencia entre una persona “conservadora” de una que entiende lo que Dios quiere en relación a la formación de parejas? La mirada de la sociedad actual se encuentra enfrascada además en la temporalidad e inmediatez del ahora ya: qué comeré mañana, qué haré la próxima semana, los próximos meses o al finalizar los estudios. En los más osados éstos han bosquejado desnutridas directrices de vida: viajes, número de hijos, dónde vivirán o que harán con sus finanzas. En aquellos que son más emprendedores y aventureros alcanzan a soñar con sus nietos o quizás con proyectos a larga data. Pensar, visualizar y caminar de esta forma es meramente el reflejo de la condición del espíritu y corazón de la sociedad, una miopía que solo permite ver de cerca y que desdibuja lo que está más allá, un hedonismo hambriento que potencia el enfoque de lo temporal pero que no ayuda a caminar en lo trascendente. Esto también abraza y se vincula a aquello que motiva este artículo: las decisiones que se toman a la hora de buscar o estar con otra persona. Aquellos que han derramado y abierto su corazón al único Dios de manera que todo lo que tienen empiece a ser trasformado genuinamente han permitido además que la Eternidad empiece a empollar en su interior, específicamente en elcorazón (Ecl. 3:11). Esto consecuentemente va haciendo estallar la estructura de pensamientos de la temporalidad en el hombre mientras la mentalidad Jesucristo toma su lugar (1Cor.2:16). En consecuencia esto expande los límites, genera un entendimiento desde una perspectiva superior, dinámica y multidimensional; literalmente se genera una apertura para pensar y considerar las “futuras” generaciones, vislumbrar los retumbantes ecos que se producen con las decisiones que tomamos en el hoy tanto en el Cielo como en la Tierra y que obviamente trascienden a las generaciones del porvenir.

Considerando lo anteriormente expuesto es necesario adentrarnos y fundamentarnos en lo que ocurrió en el Huerto (del Edén). En el principio cuando Dios decidió crear al Hombre, Él sopló aliento para que aquella escultura de barro que había formado se llenase con espíritu y así llegase a existir como ser vivo. Cuando Dios aprecia que no es bueno y beneficioso que el hombre esté solo saca desde el mismo Adán a Eva, no como una nueva creación, sino como alguien que era parte de él. Lo curioso es que el Padre no vuelve a soplar de su Espíritu de vida en Eva, es decir, el espíritu que fue otorgado en ese primer hombre tuvo que ser compartido para que ambos tuviesen vida. Es por lo anterior que la mujer y el hombre poseen los “hemi-espíritus del otro” (el complemento del otro). Cuando el hombre y la mujer se vuelven a unir en Dios, los espíritus vuelven a ser uno solo restaurándose la imagen del ser original como lo fue pensado y creado: perfecto, íntegro y único. Es por ello que el compromiso no es suficiente si entendemos esto, también es necesario entender con quién me estoy aliando en este compromiso, en la esencia de esto, con quién me estoy fundiendo espiritualmente para ser uno solo.

Las consecuencias de unirse a una(s) persona(s) incorrecta(s) son indeseables y profundas. Van acumulando recuerdos que pesan, el espíritu se llena de mutaciones e hibridaciones erradas, el alma y corazón se empieza a atrofiar, literalmente se queda unido espiritualmente a esa(s) personas con las que se estuvo. Es una puerta abierta que provoca una anestesia al valor y riqueza de llegar a ser puramente uno -en todo sentido- con la persona que corresponde, y aún más con volver a ser uno solo con el Espíritu de Dios (1Cor. 6:17). Manchas indelebles que solo un arrepentimiento sincero y procesos profundos con el Espíritu de Dios pueden ir borrando.

Muchos jóvenes que conozco cuentan y han confesado que son vírgenes, aún otros han guardado sus labios y nunca han besado a una persona en la boca, algunos otros nunca han pololiado. Son cosas valiosísimas y valerosas porque han guardado no solo su cuerpo sino que también no han abierto su corazón a otra persona. Decidieron mantenerse vírgenes hasta que la persona y el tiempo correcto lleguen porque entienden las profundidades del asunto. Su corazón y mente son otros que escapan a la forma de pensar temporal, están elevados y ven el resto de sus días, saludan a sus generaciones y por sobre lo anterior aman a Dios profundamente. Eran pocos, hoy son muchos, mañana serán suficientes, luego desbordantes, porque sabemos que es una corriente de pureza de Dios que ha soltado sobre la Tierra. En el hermoso proceso de Reforma continuo y creciente en el que estamos, y gracias al Espíritu Santo, se ha dado a luz una generación que ha podido levantar su mirada y corazón por sobre lo temporal: una generación que ha empezado a contar las estrellas como Abraham. Esto le ha permitido fraguar y comprender que las decisiones que toman, sobre todo aquellas que entregan una posta espiritual o una herencia genética a los que vienen potenciará y guardará a las próximas generaciones. Procuran y aman a sus esposas/maridos e hijos y generaciones (a pesar de que aún no se manifiestan), se ocupan por no enredar su corazón y espíritus en cosas que no darán frutos. Es una generación de pureza que ha decido saber esperar, obedecer y creer, pero también decidir y actuar conforme a lo que el Espíritu de Dios dice. Gente que sabe que no estará sola, porque Dios dijo que eso no era bueno, y por eso hizo a la mujer y el hombre para que estuviesen juntos.

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