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La Voz de La Verdad

¿CUAL ES TU BANDERA? A PROPOSITO DEL IZAMIENTO DE BANDERAS GAY EN CHILE.


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El 20 de julio de 1969 el Apolo 11 arribaba vertiginosamente a la Luna. Desde Houston se daba énfasis en concluir tal magna odisea espacial- que observaron más de 600 millones de personas alrededor de todo el mundo-, con la performance que sería la guinda de la torta, el izamiento de la bandera norteamericana en terreno lunar. Eran tiempos de Guerra fría, donde la diplomacia cultural y el soft power mediático de la tecnopolítica se graduaron en la efectividad del uso de los símbolos con el propósito de agrupar simpatías, manifestar status de predominio y fomentar el sentido de identidad.


Por lo mismo, izar una bandera culturalmente no es un ícono menor. Las banderas son parte de lo que llamaría el historiador inglés Eric Hobsbawm “La invención de las tradiciones”, cuestión que implica un grupo de prácticas de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, según el historiador, su objetivo apunta a elaborar un complejo ritual, siendo utilizados a forma de tótems modernos, símbolos que encarnan la identidad.


Etimológicamente el término bandera posee acepciones sánscritas -bandh- que se refiere a ligadura o lazo, y también una variante latina –bandum- que apela a amarrar. En definitiva, una bandera implica una ligadura, una causa que ata a un grupo de personas al mensaje o identidad cultural que esta pretende representar.


Es por ello que en medio de la batahola, digna de Battleship, que ha significado la guerra cultural que se está librando desde los conglomerados homosexuales por establecer su bandera multicolor[1] a como de lugar en los municipios de Chile, se va más allá del gesto de buena cortesía del Alcalde, de entregar solo un espacio.


Pues bien, compete y significa ocupar territorio, colonizar culturalmente, teñir eidética e identitariamente la estética y el ethos de las localidades. Se instituye un patrón de alianza con la identidad homosexual a nivel comunitario y se promueve una latente aceptación al paradigma antropológico de familia y de sociedad que surge desde las fortificaciones publicitarias y de presión social que difunden las organizaciones homosexuales nacionales en todas las oportunidades posibles que los medios de comunicación les otorgan para instalar insistentemente su iconografía, claro, deslegitimando y tildando directamente de “homofóbico”- a quien no comulgue con sus planteamientos, que en gran forma han llegado a ser hasta fundamentalistas.


Ya son 37 los municipios alrededor del país[2] -se esperan cerca de 28- y diez embajadas (Unión Europea (UE), del Reino de los Países Bajos, Inglaterra, Dinamarca y Uruguay) que izaran la bandera homosexual en sus respectivos pabellones durante la celebración del día contra la homofobia. Paradójicamente, la afiliación de los municipios que llevarán a cabo esta acción y según información del MOVILH, son las siguientes: 5 son DC; 5 PS; 2 UDI; 2 PPD; 1 PC; 1 PRO y 7 independientes.


¿Qué nos manifiesta este cuadro? Primero, que las identidades políticas no poseen un marco antropológico claro – evidente es el caso de la Democracia Cristiana-, mas bien prima la instrumentalización, el evitar el bullying mediático que significa no estar supuestamente de acuerdo con la mayoría en temas morales y la insistente presión que ejercen los lobbys gays al interior de los canales de interrelación política, por supuesto no hay que desestimar a los alcaldes que poseen una férrea convicción en las teorías de género, que parecieran ser los menos.


En segundo lugar, queda de manifiesto el poder de cambio social y cultural que posee la figura del Alcalde en el sistema de representación política comunal chileno – la decisión de poner la bandera es prerrogativa del Alcalde-. ¿Es coherente hacer uso del municipio para situar allí banderas que promueven las preferencias sexuales de un grupo minoritario de personas?, debiese entonces existir permanentemente una bandera flameando por la “heterosexualidad”, ¿Parece extraño no?, bueno para nuestros Alcaldes no lo es. Además de que la determinación de esta acción es antidemocrática, pues intenta representar la identidad sexual de una minoría en desmedro de lo que pueda considerar una mayoría heterosexual. Comprendería entonces que las mas diversas asociaciones, organizaciones, instituciones y personas que existan en una comunidad puedan colocar sus banderas en un ir y venir de días de… se supone que basta con la bandera nacional para saber que allí esta representada la diversidad de chilenos en sus mas disimiles facetas.

En tercer lugar, la aceptación del concepto publicitario de “homofobia” contra quienes discrepan con los fundamentos homosexuales, demuestra lamentablemente la victoria de la insensatez. ¿Es adecuando calificar de homofóbica a una persona en discordancia con el mundo homosexual? Si usted estuviese en desacuerdo con la izquierda, entonces ¿inmediatamente se convertiría en un izquierdofóbico?


Ni si quiera médicamente existe claridad en sostener que la homofobia es una enfermedad clínica. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha manifestado que el prejuicio, la indiferencia, el odio y la discriminación tienen efectos negativos en la salud de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, cuestión obvia para cualquier ser humano, sea homosexual o no. Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad, que contiene síntomas como el pánico, miedo irracional, taquicardias, falta de aire, temblores y un fuerte deseo de huir.


La caricatura de odio que se construye hacia quienes disienten con aceptar el homosexualismo flameando sobre nuestras instituciones y familias, incluye la distorsión de las palabras y de la realidad como lo presenta el mal uso del concepto “homofóbico”. Pregunto entonces, y tomando en cuenta la tergiversación que ha generado la propaganda de banderas, palabras e iconografías ¿que tipos de tratamientos psicoterapéuticos se emplearán hacia las personas que serán consideradas homofóbicas?


Importante sería invitar a nuestros políticos y comunicadores a analizar racionalmente y no mediáticamente posiciones que invitan a analizar profundamente la cuestión en discusión. Ejemplo de ello es el Presidente ecuatoriano Rafael Correa quien llegó a señalar

que en realidad la ideología de género no resiste el menor análisis “(…) Esas no son teorías, sino pura y simple ideología, muchas veces para justificar el modo de vida de aquellos que generan esas ideologías. Los respetamos como personas, pero no compartimos esas barbaridades”.


Se usa la “tolerancia” como escudo y concepto eje de actividades como el izamiento de banderas homosexuales, éstas irremediablemente se ven circunscritas a imperativos morales como los que pretende hacer valer la comunidad gay enarbolando sus demandas sobre toda una comunidad. Como indicó Edmund Burke “Hay un límite más allá del cual la tolerancia deja de ser una virtud.”


En definitiva y a pesar del desacuerdo absoluto con el ideario de género del mundo homosexual, ellos tienen una bandera y la están posicionando sobre nuestros municipios. El cuestionamiento se sitúa en preguntar ¿Cuál es tu bandera?, ¿tiene un significado para ti o es meramente un artilugio?; si eres cristiano ¿tienes la ciudadanía del Reino de los cielos?, ¿tienes bandera?, y si la tienes ¿Que territorios ya has conquistado?.


[1] Creada por Gilbert Baker en 1978, San Francisco. El primer diseño de Baker, estampado y cosido en su propia casa, constaba de ocho líneas, donde cada color representaba un componente de la comunidad: El rosa oscuro para el sexo, rojo para la vida, naranja para la salud, amarillo para el sol, verde para la naturaleza, turquesa para el arte, azul índigo para la armonía y violeta para el espíritu. Se da énfasis en que el rojo siempre debe ir primero.


[2]Maipú, Buin, Independencia, El Bosque, La Reina, Melipilla, Providencia, Puchuncaví, Quinta Normal, Quilicura, Renca, San Joaquín, San Antonio, Santiago, San Miguel, San Ramón, Peñalolén, Coquimbo, Antofagasta, Tocopilla, Calama, San Antonio, El Monte y Melipilla.

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