CRISIS DE PANICO: LA RIGIDEZ FRENTRE AL CAMBIO...
Estando en mi último año de universidad, realicé mi práctica profesional en psicoterapia individual. Recuerdo que gran parte de los pacientes que me tocó atender tenían problemáticas similares, aunque con distintos diagnósticos. Sin embargo, hubo un diagnóstico que se repetía cada cierto tiempo, y que era más común que los demás, y que, curiosamente, me tocó tratar más que mis otros compañeros. Crisis de pánico: una desesperación y angustia intensa, repentina y sin razón aparente, acompañada con taquicardia, ahogos, fantasía de una posible muerte o de volverse loco.
En la poca experiencia que he tenido como psicólogo, me ha tocado ver bastantes casos de esta índole, y por la cantidad de personas que he visto, me atrevo a decir que he logrado identificar un factor común que está a la base de toda persona que ha vivido esta desagradable sensación.
Todas las personas que han pasado por esto, han vivido un episodio crítico en sus vidas, en el que se ha puesto en juego su manera antigua de actuar frente a las situaciones, para que emerja una nueva forma de actuar, a la que no se está acostumbrado. En otras palabras, una persona actuaba de una forma, pero esta forma de actuar ya no le sirve para enfrentar este nuevo episodio o desafío que se viene para su vida. Generalmente este evento crítico es relevante y determinante para una persona. Por ejemplo: El hijo deja de vivir en la casa de los padres, con los que vivió toda su juventud (dependencia), para independizarse y vivir sin ellos. Este hijo se verá desafiado de una manera distinta, en la que forzosamente deberá aprender a ser más autónomo (independencia). Este joven ya no puede pedirle a su mamá que le cocine u ordene la casa, tendrá que acostumbrarse a “vérselas por sí mismo”. Es un cambio forzoso.
El hecho de que sea un cambio aparentemente inevitable es lo que produce una sensación de estar “entre la espada y la pared”, lo cual genera mucha angustia, pues implica aprender a desenvolverse de una manera distinta a la que estabas acostumbrado. Es como un choque entre ser dependiente e independiente, o viceversa: Una persona que se acostumbró a comodidades que otros le entregaban (todo tipo de comodidades: reconocimientos, materialidades, etc.) y de pronto deja de recibir dichas confirmaciones. Como también una persona que se acostumbró a ser muy autónoma, y que después tiene un accidente que no le permite hacerse valer por sí misma, teniendo que recibir “forzosamente” ayuda de los demás. Ambos son conflictos que ponen en juego la manera cómoda (costumbre) de cómo actúa una persona.
Aunque, superficialmente, ambos conflictos parecen muy diferentes, tienen un factor común. La rigidez o resistencia frente al cambio de una manera de desenvolverse. El amor a la forma, por sobre la apertura a un nuevo aprendizaje. A algunos les produce culpa, a otros angustia, dejar la otra forma de actuar, les cuesta renunciar, porque se sienten atados a esta antigua manera. Por tanto, mientras mayor es la resistencia a aceptar un cambio importante, mayor es la angustia o culpa, ya que la antigua forma no sirve para el nuevo rumbo que la persona debe tomar en su vida.
Ahora, una persona se rigidiza por muchas razones, pero la principal es el temor mismo, pues la rigidez es el mecanismo de resistencia frente al cambio, ya que el cambio implica aprender de nuevo, volver adaptarse, volver a sentirse vulnerable para construir o resignificar algo distinto. Implica dejar de controlar.
La Crisis de pánico es una reacción extrema del cuerpo del hombre frente a la imposibilidad de controlar las situaciones que le producen angustia, o que atentan a su comodidad misma. Es la evidencia del hombre por tener un sistema de creencias rígido que busque tener todo bajo control, desde SU forma cómoda de ver al mundo. Es la pretensión del control, la resistencia al aprendizaje. Pero, con esto no quiero decir que es un control intencional, ya que es algo inconsciente, del cual no nos damos cuenta. Es un hábito, del cual debemos ser conscientes para renunciar y entrar a una consciencia distinta: La consciencia de Reposo.
Cuando tú controlas, no descansas, buscas proteger aquello que tú piensas que debes proteger o manipular. Y eso se vuelve en una incertidumbre constante, que inquieta tu alma cada vez que ésta se ve amenazada por episodios críticos o determinantes en tu vida.
La única manera de entrar a esta consciencia de reposo, es exponer tu vida: tus conductas, pensamientos, emociones, actitudes, motivaciones, etc. A la luz de la persona de Cristo. Dejar la carga de tus pensamientos de querer controlar en Su Yugo, que es liviano. Y hacerte consciente que, en Él, ya todo se completó, y que no hay nada que temer, por muy nueva que sea tu experiencia. ¡Hecho está!