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La Voz de La Verdad

DURMIENDO EN LA LUZ...





Era de noche, y una fuerte explosión dejo a los Lichtmann sin electricidad. Los primeros minutos fueron complicados, no veían ni sus manos. Chocaban con cada mueble, solo se oían los “auch” de quien se atrevía a cruzar el living. Un par de horas pasaron, y la oscuridad dejo muchos objetos quebrados y varias canillas moradas, hasta algunos chichones en más de una frente. La noche avanzaba, y no podían ir a dormir, ya que los rumores de ladrones eran intranquilizantes. Eran las 2 am, y los Lichtmann ya se acostumbraban a moverse en la oscuridad, sus ojos ya podían distinguir entre distintos tipos de sombras, al punto de decir que algunas de las sombras eran luz, por el hecho de que no eran tan densas. Ya no chocaban con los muebles, ni quebraban objetos, incluso entre ellos podían comunicarse sin ningún problema. Los Lichtmann cada vez dominaban más las sombras, hasta les parecía agradable. Cuando comenzó amanecer, la familia ya estaba exhausta, llevaban más de 24 horas sin dormir. La luz del sol comenzó a entrar por las ventanas de la campestre casona, y comenzó a evidenciar el desorden de la casa, las decenas de platos, vasos, copas y adornos quebrados. Comida por el suelo, la ropa tirada en el living, y el bálsamo con el jabón en la cocina, eran algunas de las anomalías que horrorizaban a la señora Lichtmann. Todo era un caos, pues para ninguno de los cinco integrantes de la familia era normal lo que estaban viendo. “Esto es un desastre” dijo el padre de familia con tono grave, “pero estamos todos exhaustos como para ordenar de inmediato” continuó. Así que los Lichtmann se fueron a dormir, después de una extenuante vigilia. Durmieron todo el día, en camas llenas de comida repartida y libros viejos. Despertaron cuando la tarde ya se iba, y alcanzaron a identificar los ingredientes para desayunar a las siete de la tarde. Comenzaron su día en la noche, y ya no chocaban con las cosas. Algunas cosas se habían vuelto hasta más sencillas, por ejemplo, ya no tenían que peinarse, no era necesario, entre ellos no se veían los peinados. No era necesario pensar que la ropa combinara, o que estuviera limpia. No podían barrer, porque no veían la mugre del piso. Incluso inventaron sus propios códigos y leyes para moverse armoniosamente en medio de las densas tinieblas de la antigua casona de adobe. Habían dormido tanto, pero tanto, que la noche se volvió activa, y ahora en el día dormían. De esta forma, los Lichtmann cambiaron su día por la noche, y decidieron dormir a la luz del sol.


A la semana del corte de energía, como ya era costumbre, la señora Lichtmann cocinaba entre las tinieblas, a eso de las dos de la madrugada, cuando de pronto pasó algo inesperado…. El hermoso y olvidado candelabro que estaba en medio de la casa se comenzó a encender… los rayos de luz traspasaron las densas tinieblas de la sala principal, cual cuchillo en la mantequilla. Los Lichtmann quedaron perplejos, la luz los había encandilado, parecía quemar en sus ojos. Después de unos minutos comenzaron a ver con claridad… era horrible… cucarachas y ratas corrían por la casa, restos putrefactos de comida decoraban el sofá y las paredes lucían mugre de manos y pies. La Luz había llegado, y desnudó la vergüenza de la casa... ¿Cómo llegamos a esto? Se preguntaban, seguido de un ¡¿Qué haremos?!


Nuestras ciudades se han llenado de gente que ama las tinieblas, que prefiere hacer sus vidas en lo oculto, y hacer de las anomalías morales una normalidad social. Tu y yo por décadas hemos decidido vivir como los Lichtmann, acostumbrándonos a dormir de día, la hora en que podemos cambiar las cosas, cuando es posible devolver el orden a la casa, y hemos decidido vivir entre las penumbras de la noche, en medio de las tinieblas, haciendo disfuncional y horrible cada rincón de la casona a la que llamamos ciudad.

Todo el mundo se horroriza con casos de corrupción como los de Penta, Soquimic y grandes robos en municipios, y nos creemos justos porque nunca hemos robado las grandes sumas de dinero que otros han robado. Nos volvemos jueces de tantos hechos, sin embargo somos igual de injustos, porque vivimos en las mismas sombras. ¿Tú crees que no? Entonces respóndete sinceramente, ¿Cuántos discos piratas tienes? ¿Das todas las boletas en tu negocio? ¿Siempre has pagado el pasaje en el bus? ¿Cumples todas tus horas de trabajo a full? ¿Cumples todas tus promesas?, y así podríamos seguir…

Jesús dijo que tú y yo somos la luz del mundo y que somos como una ciudad en un monte, que no se puede esconder. Es necesario que la Luz que es Cristo, alumbre en todo lo que somos y hacemos, rompiendo las tinieblas culturales que hemos asumido como normales, y veamos la repugnancia que hemos construido. Solo esa Luz, que es Cristo brillando en nosotros, puede mostrar el error en el que nuestras sociedades viven, gestionando y promoviendo comunidades y ciudades más justas y misericordiosas.

Te llamo a dejar de dormir en la luz, y a encenderte con un candelabro en medio de la oscuridad, despertando a los que vivían en tinieblas, hasta que nuestras ciudades sean transformadas, y la noche no vuelva a dominar nuestro mundo, porque ha llegado la manifestación de los hijos del día.

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