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La Voz de La Verdad

Los dos Rieles del Matrimonio.


Consejos para casarse y formar una familia tenemos muchos, pero creo que es imposible encontrar un estándar explícito de que es mejor o no, cuál es la situación ideal que asegure un futuro matrimonio, una familia estable y prospera en todos los ámbitos.

Como cristiano busco orientación en Dios y en la biblia, y encuentro que la respuesta es más inusual de lo que creeríamos.

La escritura bíblica tiene muchos ejemplos, no de familias “normales”, sino de todo lo contrario, aquellos que creen que Dios solo habla de matrimonios perfectos se equivocan extraordinariamente, e ignoran que la historia bíblica abunda en familias disfuncionales y llenas de contradicciones.

Familias que comenzaron de las formas más extrañas, como Moisés, que terminó sus días de soltero cuando encontró un hombre anciano que tenía unas siete hijas, todas solteras, y después de impresionarlo dándole de beber al rebaño de estas, trabajo para su suegro, hasta que Dios hizo de él un profeta y libertador, (Éxodo 2:16-21), ¿Le parece una historia como para recomendar de cómo comenzar un noviazgo?

Más complicada debe haber sido la vida de Oseas, quien busco una prostituta, y por orden divina se casó con ella perdonando todo su pasado y teniendo hijos (Oseas 1:1-3), en este caso la historia personal de ambos no parecía coincidir en cuanto a objetivos.

O el caso de Booz, quien por la toma de una herencia, se llevó como esposa a la mujer viuda del familiar que debía heredar ese terreno, con ella se casó y hasta donde sabemos fueron felices con hermosa descendencia (Rut 4:5-10), ¿Cómo lograron serlo si nunca tuvieron ni noviazgo, ni las condiciones de cómo se conocieron fueron las mejores?.

Así podríamos seguir revisando más casos extraños, como el rey David ganando a su esposa después de matar a unos cuantos enemigos de su pueblo y de su suegro, en el trato más sangriento para un matrimonio hecho por un hombre de fe, profeta y adorador, como lo fue David.

Todos estos ejemplos responden a un contexto cultural especifico e histórico, pero en ellos siempre vemos las mismas condiciones. La primera reflexión que nos dejan ver, con abundantes referencias, es que las familias no son algo fácil, ni para el hombre más santo o más “iluminado”.

Ni el sabio profeta Samuel, ni el piadoso Aarón, menos David o Jacob, ninguno de ellos tuvo familias ejemplares y de los otros hombres de Dios es muy poco lo que sabemos de sus casas, así que podemos asegurar, que en el libro sagrado se deja en claro que las familias siempre son complejas e impredecibles, solo pensar que hasta Adán y Eva terminan fallando, aunque eran el uno para el otro.

Por esto mismo, la reflexión segunda debe llevarnos a ver que, sabiendo Dios que la complejidad es la característica universal de una familia, nos propuso su propio modelo, uno que estuviera basado no en emociones solamente (cariño, amor o romanticismo), que las contenga, pero que estas no sean toda su razón de ser, un modelo que además permitiera engendrar vida, hijos, nietos, descendencia para la posteridad, pero que también esta descendencia creciera en un núcleo de comunidad estable mediante el pacto del matrimonio.

El modelo es sencillo, y más simple que las ideas de matrimonio y familias que los Estados deseen inventar últimamente, con base o justificados en un subjetivo “amor” libre.

El matrimonio no lo inventamos nosotros, ni siquiera las culturas actuales, la religión o estados pueden inventarlos, el matrimonio es tan antiguo como el hombre pisando la tierra, antes que existieran siquiera ciudades, pueblos enormes, gobiernos políticos e ideologías, el matrimonio ya existía en su forma más pura o primitiva, como un hombre y una mujer que se unían, para vivir en comunidad, para procrear y sobrevivir juntos como familias, con variaciones en el “contrato” o “pacto” según la cultura misma de un territorio, según la etnia, tribu o pueblo, pero en todos ellos, el tren familiar siempre buscaba ir por dos rieles principales, que aun las mismas escrituras bíblicas nos dejan ver como esenciales, pero que aun sacándolas podemos encontrar en todos los continentes.

Primero, las familias tenían un pacto matrimonial o acuerdo implícito o explicito, religioso o formal, que garantizara la cohesión de esta aun por sobre las emociones de un momento, antiguamente esos pactos incluían el pago de dotes, prendas y testigos, como todo contrato, y se celebraban como tal.

Estos pactos matrimoniales no eran un asunto ritual simplemente, sino que se hacían mirando el futuro de posibles descendientes.

Segundo, las familias emergían de uniones heterosexuales que decidían entrar en ese tipo de pacto que garantizara una unión total, porque no solo se trataba de vivir juntos o enamorados, sino además de tener hijos y descendencia, como también de proteger a los ascendientes (padres y abuelos).

Este último punto no era un aspecto moral, sino más bien practico de engendrar y salvaguardar a la siguiente generación de una familia.

Si revisamos las escrituras, podríamos reconocer muchos aspectos más sobre el matrimonio y la familia, aspectos morales y espirituales que mediante los ejemplos (de esas familias complejas), se nos muestran en la Biblia, otorgándonos soluciones y consejos para el día a día. Y si la observamos para buscar estos dos ejes descritos, el pacto y las generaciones venideras, veremos que Dios no tranza en esos aspectos, son de importancia máxima para él, y entonces para los que decimos seguirlo, debería serlo también.

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