La Verdadera Libertad
Hace años, cuando cursaba 2º medio aproximadamente, recuerdo a propósito de ser libre, que un profesor de historia universal y de historia de Chile, nos hizo la pregunta a todo el curso, “¿qué es ser libre?”, escriban su respuesta, tienen 15 minutos para pensar. Rápidamente nos pusimos a escribir lo que nosotros sabíamos acerca de eso o lo que a cada uno le parecía correcto. La mayoría del curso, talvez el 99% pensaba en ese tiempo que, libertad es: “hacer lo que uno quiere”, más aún, considerando la edad adolescente, en donde uno realmente quiere hacer lo que se le viene en gana.
Yo, con un poco más de información y sentido común, comencé a elaborar mi respuesta para leerla y puse: “la libertad no es hacer lo que uno quiere, la libertad, según la justicia, está regulada por leyes y decretos, que hacen que nuestra convivencia sea sana, cordial y en respeto. Sin leyes una nación es un caos. Se necesitan normas que nos digan cómo vivir y cómo comportarnos en el diario vivir. De esto mismo se desprende lo que alguna vez todos hemos escuchado: “mi derecho termina donde comienza el tuyo”. Tiene que haber una regulación para que todos podamos convivir en respeto y para eso la ley nos otorga derechos y deberes.
No necesariamente debo estar prisionero en una cárcel para sentirme encarcelado. Una prisión como Colina Uno o la Penitenciaría, son solo rejas y hacinamiento donde uno paga sus culpas, donde se hace efectiva la sentencia, pero realmente hay prisiones del alma que son peores que estar físicamente encarcelado. Los dolores del corazón, los traumas del alma, las penas, las rabias, las faltas de perdón, el odio, todo lo que guardamos y que aún no está resuelto en el corazón, todo lo que uno guarda en contra de otra persona, sobre todo si uno ha sido víctima por distintos motivos. El sentimiento o la sensación es un dolor y molestia continua que no se detiene, puede ser una sensación de vaciedad y desánimo. Nos podemos distraer con distintos elementos que nos ayuden a evadirnos, para dejar de sentir ese malestar que no es necesariamente físico, sino, es el estado del alma reflejado en cómo nos sentimos. Podemos maquillar nuestra apariencia y mostrarnos que somos gente feliz porque nos reímos, chacoteamos, hacemos bromas y tiramos la talla, pero eso es solo lo que queremos mostrar a los demás.
La verdadera libertad y la felicidad se dan, sólo cuando uno comienza a vivir en un ajuste al respeto de esas regulaciones. Cada uno es un mundo o como si fuera una ciudad. Cada persona tiene derechos y deberes intrínsecos. Desde que nacemos, la primera figura de autoridad son nuestros padres o los adultos asignados a nuestro cuidado. Luego a medida que vamos creciendo esas figuras de autoridad van aumentando, porque nos hacemos conscientes del mundo que nos rodea y adquirimos la enseñanza de esto puedes hacer y eso no.
Mandela, ex preso político durante 27 años dijo en sus frases célebres: “mientras salía por la puerta hacia la entrada que me conduciría hasta la libertad, sabía que, si no dejaba mi amargura y mi odio atrás, todavía estaría en prisión” y “el perdón libera el alma, elimina el miedo, por eso es una herramienta tan poderosa”.
Yo me encontré prisionera de mi propia vida, queriendo vivir a mi manera, sumida en una depresión y soledad a temprana edad, no tenía respuesta para ese dolor interno, eso que uno no sabe cómo llamar para describirlo, esa “ausencia de algo”. En los años 90 con unas amigas comenzamos a vivir la vida loca, haciendo lo que queríamos, pensando que teníamos el control de todo y que nunca nos pasaría la cuenta, pero qué equivocada estaba y ciega.
Al pasar de unos años, 4 en total, en el año 1999 sola, sin trabajo, sin amigas porque me alejé de todas ellas, sintiéndome vacía y podrida, lo único que pude hacer fue hablar con Dios, a quien yo había dejado de lado y le dije, haz algo porque si no moriré sin cumplir para lo que vine, había una gran angustia en mi espíritu, era más que mi alma gritando, porque sabía muy dentro en mí interior, que la respuesta para mí era él, entonces un día oí su voz y me dijo: a dónde vas a correr? adónde vas a ir? Qué vas a hacer con tu vida? Entonces, no tuve excusa, caí en cuenta que no podía arrancarme más de él y rendida en mi corazón humillada le pedí perdón por haber sido desobediente y haber hecho lo malo, pues era yo la única responsable de estar en el hoyo donde me encontraba.
Así rendida y reconociendo mi culpa, es que le pedí que me limpiara de todo lo que había hecho y que me sacara de ese estado podrido en que estaba hundida. Le prometí que lo seguiría en serio hasta el último día de mi vida y comenzó un proceso de sanidad en todos los sentidos, en todas las áreas de mi persona, así como sanaba mi alma mi cuerpo iba mejorando y comenzaba a vivir feliz, sin mayores pretensiones, sin afligirme por nada, sin apuros, aunque lo necesitaba todo. Él había comenzado a llenarme en esas áreas donde yo había llenado con otras cosas, solo “voladores de luces”, felicidad pasajera, ahora estaba conociendo el verdadero gozo y aunque comencé a asistir a una congregación cristiana, lo que hizo que el cambio en mí se hiciera efectivo, fue la seriedad con que hice mi compromiso con él, le rendí toda mi vida, le dije ahora sí es en serio….y eso bastó para que su amor comenzara a invadirme poco a poco y se llevó la culpa, el resentimiento del todo, aunque tenía que perdonar muchas veces cuando venía la rabia y el dolor, pero finalmente ese tormento desapareció y se sentía muy bien hasta hoy el no tener nada guardado en el corazón que me impida ser feliz.
Dios me ha llevado en una aventura sin límites, en que he podido disfrutar de ser libre y feliz. Muchas veces pensamos que ser feliz es estar libre de problemas y no es así. Culturalmente hemos aprendido que todo tiene que ser fácil y sin sacrificios, pero eso es una cultura y una forma de vida inexistente, que solo existe en nuestro idealismo de vida. No es real. La felicidad son momentos, pero el estado de felicidad se puede vivir a cada rato y todo momento, aunque tengamos tristeza. Estar en paz en medio de las dificultades, solo se puede si descansamos en él, porque llegará tarde o temprano alguna situación que no podamos controlar y entonces somos confrontados en nuestras posibilidades y veremos que no podemos hacer nada.
En medio de la soledad y de no tener nada, Dios me enseñó que solo lo necesitaba a él y fue y ha sido la respuesta a todo cuanto yo he necesitado. Él es la fuente de todo lo que yo necesito, en mis necesidades del alma, de mi espíritu y de mi salud en el cuerpo. No puedo imaginarme la vida sin él, no podría vivir lejos de él, me sanó de todas las formas que uno puede ser sanado. Las heridas de mi corazón, de mi propia maldad, de todo cuanto hice que me avergüenza, pero él me miró con amor puro y me dio una nueva oportunidad, rescató mi vida cuando ya no tenía más que un pequeño hilo de esperanza y me oyó en lo profundo de mis silenciosas palabras, oyó el clamor de mi corazón y hoy soy plenamente libre y feliz. Trabajo como todos los mortales, cumplo con lo que me corresponde hacer, tengo amigos de los buenos, familias amigas con quienes compartimos la misma fe y lo pasamos re bien, disfruto de mi familia y mis perros, vivo con lo necesario, jamás ha faltado comida en mi mesa, no tengo angustia por el futuro, porque sé que Dios me sostiene. Esto es una cuestión de Fe, que va más allá de un credo o una postura religiosa, en realidad no tiene nada que ver con una creencia religiosa, porque todos hemos tenido una cultura religiosa que nos antecede, que viene por herencia de nuestros padres, pero no pasa más allá de un mero decir yo soy esto o creo en esto otro. A mí me cambió su amor. Entendí que solo en él yo podía darle un vuelco a mi vida, de lo contrario no podría salir jamás del estado en que estuve.
Ya son 19 años de ser feliz y vivir libre de todo tormento, libre del miedo, libre de la violencia, libre de la culpa, del temor…libre para amar, para vivir en respeto y en justicia, porque cuando te encuentras con Dios, o mejor dicho, él te sale al encuentro, necesariamente todo tu ser es despertado y también en tu consciencia y lo ves real, porque eso es lo que es, real.
La felicidad y la libertad no está en tener todo lo que quiero, o en hacer todo lo que quiero, está en ceder la voluntad al único que tiene el poder para transformar lo que nosotros no podemos y solo se requiere el deseo profundo de una transformación y la fe para que él se haga verdadero en tu vida.
Libertad y felicidad es un estado interno del alma, del corazón y del Espíritu, donde esos espacios son llenos con una persona, con Dios y el efecto no se pasa.