¡Exijo mi Derecho! La Pataleta Milenial.
Si hoy pensáramos en el ambiente que nos rodea, innegablemente, como ya lo hemos escrito aquí, se nos viene a la mente el hecho de estar hiper ultra conectados. Con tanta inmediatez en los medios de comunicación, nos hemos acostumbrado a saberlo todo al instante, a comprarlo todo con un clic, a tener todo a disposición de nuestros aparatos móviles y demás dispositivos, y por supuesto a opinar desde cualquier parte acerca de lo que se nos ocurra, comentarios que, por cierto, pueden resonar dependiendo del tema de conversación y de los intereses.
Por tanto, en estas últimas dos décadas, las tecnologías, si bien han hecho nuestra vida más fácil y nuestras interacciones más instantáneas, en el fondo y paulatinamente, han forjado una mentalidad cómoda, inmediatista, egoísta y ultra exigente. El hecho de que nuestras comunicaciones, pasaran de la verticalidad a una relación cada vez más horizontal, nos hizo creernos con el derecho de reclamar y denunciarlo todo.
Si bien somos los ciudadanos quienes decidimos que camino seguiremos para edificar nuestra sociedad, es precisamente la asimilación de esta enorme responsabilidad, la que debiera guiarnos para tomar las mejores decisiones. Entiendo que de lo que en general se ha puesto en el tapete, varios temas tienen que ver con parámetros en los que transversalmente, todos estamos de acuerdo que nadie debe transgredir. Por ejemplo, el respeto, la dignidad e integridad de las personas, de cualquier ser humano. Pero cuando esto mismo lo ideologizamos, le ponemos color político, lo que hoy se llama género, perspectiva teológica, filosófica, etcétera, estamos creando un monstruo, un gigante egoísta, que sólo quiere que el mundo se mueva al son de la voz de su propio interés.
¡Exijo mi derecho y lo exijo ya!... suena recurrentemente en los medios de comunicación. Es la voz de una sociedad basada en egoísmo, la voz del delívery de comida chatarra, la voz del comentario enfurecido en Twitter, la voz del opinólogo de Facebook o del youtuber milenial, que en realidad no está seguro de lo que quiere, o si cambiará de opinión más tarde, que no tiene idea si lo que demanda servirá de plataforma a la siguiente generación, pero es su “derecho” ¡y lo demanda ahora ya!
Suena más bien a la pataleta de un niño mal criado, al que nunca disciplinaron, que llora y busca manipular a ver si se sale con la suya. Es la misma voz de quienes se pasean con carteles por la alameda, que hacen pedazos el mobiliario urbano, que se toman las universidades, que desarman los comercios de esforzados ciudadanos, sin importarles quien pagará por tales daños. “¡Exijo mi derecho!, sin importar si pisoteo el derecho de otros, y ay de aquellos que se atrevan a pensar diferente, a discrepar de mis ideas”.
¿Y si buscáramos construir un nuevo Chile?, basados realmente en el Amor, que es paciente, sabe esperar al otro, que no busca lo suyo, que no hace nada indebido, que no se jacta, que no espera que las cosas sucedan como uno quiere. El Amor siempre respetará al otro, no importa si decide un camino diferente. El Amor siempre es certeza, esencialmente es Fe practicada, Esperanza hecha vida. Las grandes transformaciones sociales, no se hacen a golpes, ni a gritos, ni por la fuerza. La Verdad basada en el Amor es como el agua, se ve inofensiva, débil, suave, pero es capaz de golpear y erosionar las rocas y abrirse paso por donde sea. La Verdad desde el Amor no necesita gritar ni defenderse, simplemente ES. Sea la Luz.