Justicia en las Finanzas: Su impacto en la ciudad.
Cuando llegué por primera vez a la ciudad donde estaría ubicado mi local, las primeras palabras que me dijeron sobre el territorio, fueron desalentadoras. Y personalmente yo tampoco podía ver mucho su potencial financiero. Era un lugar muy tranquilo, aún mantenían la costumbre de cerrar todo el comercio a medio día, quedando todo desierto. Fue todo un proceso en el cual el Dios me fue mostrando sus verdaderos planes para el territorio, que no tienen nada que ver con lo que por años la gente creyó de su ciudad. La gente se acostumbró a menospreciar su territorio y desear lo que había en sectores y comunas aledañas, sin valorar y amar lo que era suyo. Pero su actuar estaba tan arraigado en el corazón de las personas, que por años y por generaciones se fue trasmitiendo.
Dios también me enseñó a amar el lugar, a creer en él y en su gente. Y cambió completamente la imagen que yo tenía al llegar. Y esto era vital, porque Dios ama a las personas, cree en ellas y tiene misericordia. El anhela que sean libres para manifestar el verdadero diseño con el cual él las creó. El anhela prosperarlas, bendecirlas, sanarlas, restaurarlas. Como Padre, desea lo mejor para sus hijos.
Sobre ese escenario Dios me llevo a levantar un emprendimiento. Como les comentaba, cuando fueron mis inicios, no tuve más que palabras de desaliento que me decían que mejor me fuera a otro lugar, con más proyección, más gente, más recursos. Se preguntaban ¡Qué hacía yo ahí! Si todo negocio que emprendía, estaba condenado al fracaso. Eran fuertes voces de desánimo, con las cuales tuve que batallar y fue un duro proceso de levantarme en fe por sobre esas voces que anunciaban la muerte y el fracaso. No fue fácil, pero la mano poderosa de Dios, mi Padre, me sostuvo todo el tiempo y puso personas maravillosas, llenas de fe, para levantarme y animarme a seguir adelante a pesar de las circunstancias. Entonces pude experimentar realmente, que el Justo vive por su fe. Y era necesario tener fe y creer que lo que Dios, mi Padre, me había dado para emprender y bendecir, no moriría, no sería un fracaso, sino que viviría y seria prosperado. Es la fe la que apagó esas voces que infundían temor o desanimo.
Levantar una fe mayor no estuvo exento de duras batallas en mi corazón, en mi alma, fue todo un proceso de dejar de oír las voces de la ciudad, para concentrarme en oír solo la voz de Dios. Y no solo oír, sino obedecer, que es lo más importante. Y en ese creer y obedecer, comienza a crecer la justicia, porque sin fe no podemos ser justos ni agradar a Dios. El necesitaba enseñarme a caminar en justicia, porque no solo estaba mirando por mi casa, sino que también al territorio. El necesitaba que yo decidiera amar su justicia, para que otros también fueran alumbrados y amaran también ser justos. El necesitaba que yo pudiera vencer, para que otros también pudieran salir de la pobreza, de la escasez, de la falta de esperanza y de fe.
La obediencia comenzó a dar hermosos frutos: el negocio prosperó de maneras sorprendentes, todo lo que Dios me había hablado, de lo que haría conmigo se comenzaba a manifestar. Él comenzó a traer expansión y esto no solo me afecto a mí, sino también al territorio. Después de ser un lugar olvidado, menospreciado, ahora el comercio ha puesto sus ojos en él. He visto como ha comenzado un despertar, un florecer, una prosperidad en la ciudad. Hay inversionistas que están llegando, que están siendo atraídos para levantar empresas, generar empleos. La ciudad ha vuelto a la vida, sus calles ya no están desiertas, el comercio se ha comenzado a activar nuevamente, sus plazas están reverdeciendo, la ciudad está llenándose de gente que viene de otros lugares a vivir y las veo transitar felices.
Jesús ya pago el más alto precio por nuestra libertad en todas las áreas de nuestra vida, a nosotros, sus hijos, nos toca seguir su ejemplo y ser puente para que otros sean alumbrados, para que otros salgan de toda esclavitud, de todo temor. Nos toca ser quienes vencen al sistema de este mundo, nos toca ir en contra de lo que ha sido establecido con injusticia. Nos toca sembrar en lugares desérticos, donde nadie más lo haría, nos toca creer en los imposibles, en que si se puede crecer y prosperar sin que para conseguirlo se estafe, se robe, se soborne, se mienta, se evadan impuestos, se hagan comercios injustos.
Nos toca examinar nuestros caminos, exponernos a su luz y determinarnos a hacer lo correcto, a ser valientes y estar dispuestos a darlo todo por amor a Dios y a la ciudad. Nos toca revisar lo que nosotros o nuestros antepasados hicimos mal en cuanto a las finanzas y comenzar a restaurar, a pagar deudas, a ordenar todo lo que trajo maldición sobre nuestras casas. Mientras nos decidimos a hacer estas cosas y todo lo demás que Dios nos vaya guiando, no solo estaremos siendo bendecidos nosotros, sino que también nuestro territorio.
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