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La Experiencia que Cambió mi Vida

Por Victoria Álvarez Herrada


Mientras sigamos haciendo división entre cuerpo, alma y espíritu, sin comprender que estos están unidos entre sí y forman uno, será muy difícil resolver los problemas que tengamos en nuestro cuerpo, que tienen una raíz en el alma y afectan nuestro espíritu.


Fuimos diseñados para ser amados, aceptados y aprobados, pero cuando sufrimos carencias de estas tres “vitaminas”, el alma se resiente y por consiguiente nuestro espíritu y esto se manifiesta en nuestro cuerpo. De ahí parte la necesidad de llenar esos vacíos.


Uno de los recursos que tenemos más a mano es la comida. Está comprobado científicamente que ésta produce una sensación de placer porque activa la endorfina y dopamina en nuestro cerebro. Y eso es adictivo. Por lo tanto, cada vez que nos sentimos adoloridos del alma, vamos a recurrir a la comida. Y no cualquiera, sino a la que contiene más azucares y carbohidratos. La lista es larga: chocolates, pizzas, bebidas gaseosas, papitas fritas, pasteles, etc.


Pero el consumo de este tipo de alimentos en exceso, finalmente nos provoca diversas enfermedades, entre ellas sobrepeso y obesidad, diabetes, osteoporosis, hipertensión arterial, gota, entre otras. Hay muchas razones por las cuales se puede llegar a descuidar la alimentación y la salud, pero siempre hay una razón de fondo que hay que descubrir.


Cuando nos decidimos a resolver el tema del sobrepeso u obesidad, en muchos casos, es porque ya se nos están agregando otras enfermedades. Pero no vamos a la raíz del problema, sino que nos enfocamos en las consecuencias de nuestras malas decisiones alimenticias. Y de la misma manera ocurre cuando buscamos alguna ayuda de especialistas. Ellos siguen el mismo patrón, obviando que primero debemos sanar en nuestras emociones en el alma.


Ahí empieza la agobiante búsqueda de la mejor dieta, la formula perfecta, rápida y eficaz; sin embargo, como no hemos atacado la raíz del asunto, solo nos trae amargura, ansiedad, desilusión, culpa y caemos una y otra vez en el mismo circulo vicioso.



La mayoría de gente que conozco alguna vez ha probado algún tipo de dietas y muy pocos han referido buenos resultados. Y es que todos pasan por alto lo que les decía al principio: Cuando nuestra alma está sana y nuestro espíritu gobernando nuestras emociones, se refleja en un cuerpo sano y lleno de vida.


Ahora también hay personas que no tienen problemas de sobrepeso, pero si sufren de ansiedad. Y descuidan muchísimo su alimentación, consumiendo cualquier tipo de alimentos, pero al tener un metabolismo rápido, no suben de peso. Si piensan que esto no les causara problemas están en un error, porque nuestro cuerpo necesita comer saludablemente. El abuso de comida chatarra o excesos de productos refinados y azucarados les pasará factura tarde o temprano.

Podemos ver en ambos casos de personas, que tienen una raíz, la cual cada persona debe encontrar y desarraigar para siempre. En mi caso, la raíz era el sentirme rechazada. Pasé muchísimos años tratando de resolver el tema de mi sobrepeso.


Perdí la cuenta de cuántas veces lo intenté, cuantas veces me rendí y luego lo volvía a intentar. Pero obviamente nada resultó. Ya había perdido las esperanzas de resolverlo, hasta que comencé a sufrir serias consecuencias en mi salud que me pusieron en alerta. Supe que tenía que hacer algo, o sino mi salud empeoraría.


Dos valiosas amigas que tengo me aconsejaron estudiar unos videos de un especialista en metabolismo y obesidad. Pero mientras tanto estudiaba el tema, Dios, comenzó a tratar la raíz del problema que estaba enraizado en mi alma desde niña. Me llevó a recordar situaciones que viví desde pequeña, cuando esperaba palabras de aprobación y aceptación de los que más amaba; sin embargo, eso no ocurrió. Entonces me sentí fea e indigna de ser amada.


Empecé a odiarme y rechazarme a mí misma y eso aumentó a medida que crecía. Tuve crisis fuertes en los que me maldecía y me arrancaba el pelo. Odiaba mi color de piel, mi pelo, todo de mí. Y entonces la comida se convirtió en mi refugio. Todos los vacíos intentaba llenarlos con comida, mucha comida. No me di ni cuenta cuando ya doblaba el peso normal de una chica de mi edad. Pero no pude parar, ya estaba en ese círculo vicioso del cual no veía la salida.


Ese día Dios me llevó a recordar esas situaciones, para resolver el problema de raíz. ¡Experimentar su Amor incondicional en ese momento y sentir que en Él soy aceptada y aprobada, fue maravilloso e indescriptible!


Ese mismo día perdoné con todo mi corazón a quienes me dañaron, muchas veces sin darse cuenta. También pedí perdón por no amar mi cuerpo, por haberlo maldecido y descuidado por tantos años. Ese día comenzó la sanidad completa e integral para mi vida.



Determiné en mi corazón seguir todos los consejos del especialista. Fue un proceso duro, cambiar hábitos no es fácil, pero Dios puso en mi la firmeza y la suficiente fuerza de voluntad. Ya ha pasado casi un año y los resultados de mi sanidad han sido evidentes.


Mas que contar los kilos que he bajado y lo saludable que me siento, quiero decirles que la sanidad del alma es lo más importante. Ahora he aprendido a amarme a mí misma. Y si me amo, entonces también puedo amar a los demás.


Los animo a creer que sí es posible cambiar los malos hábitos alimenticios de manera permanente. Que sí es posible vencer la ansiedad y sanar su cuerpo de cualquier enfermedad asociada a la mala alimentación. Se requiere fe, disciplina y constancia. En los próximos artículos les iré contando con más detalles y ahondaremos más sobre el tema de la alimentación.



VICTORIA ÁLVAREZ HERRADA

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