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No debe darnos lo mismo.

Por Cristian Godoy Caroca


Para Chile nunca fue un momento tan decisivo como este, donde tantas cosas están cambiando a nivel mundial y donde los parámetros en Chile deben modificarse bajo la óptica de otra visión. Redefinirnos no según los estándares de “Twitter” o las funas de Facebook, sino bajo una mirada mucho más alta, buscando entender lo que realmente somos y para que estamos sobre esta angosta y larga faja de tierra.


Nuestra Provincia igualmente ha de sufrir cambios, debemos despertar y darnos la licencia de guardar silencio, contemplar nuestros paisajes, fuera de nuestros centros cívicos y escuchar, sentir, caminar la Provincia. ¿A qué tanto le llamamos progreso o desarrollo? Estoy de acuerdo si usted me dice que traer agua potable a un poblado es progresar, sin embargo, nuestra mirada a corto plazo y nuestra equivocada idea de desarrollo nos pueden traicionar.


Cualquiera en este país tiene el derecho de emprender, es lícito que una empresa quiera lucrar, siempre y cuando sea legalmente y velando por el bien común. Una empresa podría eventualmente traer beneficios a su comunidad, si decide emprender con una mirada distinta. Sin embargo, la tradición chilena nos ha dejado una pésima herencia. El colonialismo europeo y el consecutivo neocolonialismo nos enseñaron a pensar que el entorno contiene recursos que nada más debemos explotar, sin pensar en los desastres que pueda implicar hacia las nuevas generaciones.


Si antes fueron los alerces en el extremo sur, hoy peligran glaciares, bosques, ríos y cerros. Gran parte del daño al medioambiente en territorio chileno ha sido a manos de la empresa privada y en muchos casos de extranjeros. ¿Valen la pena algunos puestos de trabajo a cambio de un daño irreparable?


No sacamos nada con hacer actos y bailar cueca en septiembre, si no sentimos un apego, si no amamos nuestro territorio, no podemos decir que tenemos identidad. Usamos las cuecas y tonadas, los poemas, y la vestimenta como un mero disfraz, pero necesitamos oír los sonidos al amanecer y al atardecer en un silencio profundo, escuchar a las aves, el fluir de los ríos, la sombra que proyecta el follaje y la templanza de los árboles frente al paso del tiempo.



Las autoridades son elegidas para un periodo de tiempo, y en la mayoría de los casos sólo piensan en elecciones. Los empresarios sólo se centran en resultados y redito económico. Muy difícilmente entenderán la complejidad de las diversas formas de vida en el ecosistema de nuestro entorno. Es triste ver como una mentalidad que sólo mira a corto plazo, puede planificar el comercio o la distribución de sus habitantes, ignorando completamente la belleza del entorno natural. Debiésemos mirar comunas como Pucón o Villarrica, donde nada del comercio o aún del centro cívico desatiende a la majestuosidad de sus paisajes, o lugares como Florida en Estados Unidos, donde grandes urbes como Orlando o Tampa, conviven armónicamente con la vegetación, las playas y palmeras.


Para construir nuestras casas, de algún lado tiene que salir el material árido que se necesita, todos estamos de acuerdo, pero ¿es necesario dañar el Río Mapocho y el Maipo? Ciertamente la Palta es sabrosa en nuestra marraqueta, ¿pero es tan necesario destruir un bosque esclerófilo, o un cerro para hacer un monocultivo que provoque la sequía y desertificación del entorno? ¿Es necesario dejar sin agua a la población para que un empresario pueda lucrar?



Lo que hoy llamamos Santiago, era de los mejores suelos cultivables que tenía el país, pero el afán por controlar nuestro entorno y la gula economicista, nos llevaron a convertir a Santiago en un montón de asfalto y concreto, con muy pocos sectores pensados a escala humana. Nunca miremos a Santiago como referente de progreso o desarrollo, porque dicho en buen chileno, ya la embarramos.


CERRRO LA OBRA, EL PAICO


Nuestra Provincia es una maravillosa reserva, un hermoso legado que podemos entregar a nuestros hijos. Si miramos desde los cerros, más bien se ve como que quisiésemos parecer Santiago. No lo echemos a perder. Necesitamos volver a oír el porqué de este territorio, eso se escucha en absoluto silencio.


Necesitamos dejar atrás la memoria corrompida, la historia mal contada, dejar de escuchar melodías politizadas que no nos representan, comenzar a escuchar las melodías de esta tierra viva, para solo entonces volver a cantar. Esta tierra hermosa, la Provincia de Talagante, fragmentada en cinco comunas, tiene mucho que decirnos, abramos el corazón y dejemos que esta tierra nos hable, porque de seguro lo que más hará resonar, es el cantar de la majestuosidad del Creador.

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